Fuente. Ranstad

Para que una organización funcione como un perfecto engranaje, con fluidez, constancia y equilibrio, se necesita un motor que impulse el movimiento: un gran líder. Es la figura imprescindible para fijar los objetivos, coordinar los equipos y mantener el máximo rendimiento y motivación de los profesionales. Cualquier persona puede convertirse en una figura autoritaria capaz de establecer ciertas directrices, pero el liderazgo es mucho más.

Si para un profesional resulta imprescindible contar con una serie de soft skills que lo conviertan en el más competente, un buen líder también debe hacer gala de unas cualidades que garanticen su óptimo desempeño. Su compromiso personal y sus valores éticos quedarán reflejados en su gestión diaria en forma de trabajo eficiente, satisfacción laboral por parte de sus empleados y, en definitiva, los mejores resultados.

Responsabilidad

Sobre un líder recae la máxima responsabilidad en la dirección de un equipo, pero ser eso no significa solamente tener la última palabra y ser la voz cantante en la toma de las decisiones más importantes. La responsabilidad implica hacerse cargo de los errores que pueda cometer el equipo y dar la cara por él, ya que es su obligación prevenir cualquier contingencia mediante una excelente gestión.

El líder carga sobre su espalda las responsabilidades individuales de cada miembro del equipo y, por supuesto, las suyas propias:

  • Concretar los objetivos comerciales: además de establecer unas metas realistas, asumibles y adecuadas a las capacidades de la organización, el líder establece los caminos que se seguirán para alcanzarlas. Debe armonizar todos los intereses, coordinar las acciones y mantener la motivación del equipo.
  • Innovar: reinventarse y saber dirigir el equipo hacia un crecimiento que procure cada vez mejores resultados pasa por tener un espíritu visionario y creativo.
  • Tomar decisiones: hacer frente a las dificultades y elegir los caminos más adecuados es clave para superar todos los retos.
  • Saber priorizar: no siempre es posible llegar a todo y el líder debe ser consciente de qué tareas son las que requieren una mayor urgencia. El tiempo es el principal recurso con el que cuenta el equipo, es necesario optimizarlo.
  • Ser un modelo a seguir: convertirse en el mejor ejemplo para los profesionales es una gran herramienta para motivarles e impulsarles, no se trata solamente de hacer gala de una conducta intachable, sino también de transmitirles la ilusión por el proyecto.

Empatía

Los mejores líderes saben ponerse en la piel de sus profesionales, entienden y se adelantan a las necesidades de su equipo. Las decisiones más inteligentes las toman los líderes que son plenamente conscientes de las capacidades y limitaciones de las personas a su cargo. La comunicación más fluida se materializa cuando el líder es una persona accesible y cercana, que comprende la realidad subjetiva de otras personas sin perder su propia perspectiva. Es capaz de convertirse en una guía en los momentos más difíciles.

La clave reside en hacer sentir a las personas que sus sentimientos, inquietudes y opiniones son importantes. Poner en práctica la empatía consiste en demostrar la voluntad por estar siempre cerca y procurar:

  • Conocer al equipo: conversar con los profesionales, observar su forma de trabajar y mostrar interés por su situación personal permite estrechar la relación y facilitar el flujo de comunicación. En un entorno abierto y cercano, resultará más sencillo detectar y atajar cualquier obstáculo que pueda tener origen en circunstancias personales. Pero también permitirá una mejor gestión del talento, ya que el líder que conoce bien las fortalezas individuales de su personal es capaz de extraer mejor su potencial.
  • Escuchar activamente: se trata de escuchar y comprender el contenido que subyace a las palabras, entender su carga emocional y transmitir interés y preocupación. Es importante atender al lenguaje no verbal, ya que los gestos, las expresiones y las posturas transmiten tanto como las propias palabras.

Humildad

Un gran líder es capaz de hacer frente a cualquier obstáculo porque reconoce sus errores y no oculta sus debilidades. Frente a cualquier contingencia, no pierde fuerzas en señalar culpables, asume su responsabilidad y busca soluciones reales.

Un líder humilde se muestra abierto al aprendizaje, da voz a su equipo y comparte con él todos sus éxitos. Sabe que no es perfecto y que su punto de vista no siempre es el mejor, por eso se apoya en sus profesionales y apuesta por la diversidad de pensamiento, porque no piensa como un “yo”, sino como un “nosotros”.

Respeto

El respeto es una cualidad necesaria en todos los planos de las relaciones humanas, pero muy especialmente en aquellos que conllevan una relación de subordinación. Es importante que los profesionales sientan el respeto que infunde una figura de autoridad como el líder, pero es necesario discernir entre el respeto y la intimidación. Mientras el respeto se asocia a valores como la admiración, la intimidación se basa en infundir temor. Aunque exista una verticalidad organizacional y el líder se sitúe en un escalón superior, el auténtico respeto se manifiesta cuando ambas partes son capaces de reconocer el valor del otro.

El respeto de un líder hacia los profesionales que se encuentran bajo su coordinación no solamente supone ofrecerles un trato educado, sino también reconocer su esfuerzo, sus ideas y sus capacidades, siempre dirigiéndose a ellos desde un plano de igualdad. Un líder que no se muestra respetuoso con sus profesionales se arriesga a perder su fidelidad y su compromiso.

Confianza

Creer en el equipo es fundamental para generar la motivación necesaria que garantice su máxima productividad, y es que depositar unas expectativas adecuadas sobre los profesionales es una herramienta psicológica muy beneficiosa conocida como efecto Pigmalión.

La confianza es clave para delegar responsabilidades, un proceso imprescindible en la labor de liderazgo. El reparto de tareas es fundamental para que el trabajo del equipo fluya con agilidad. Un líder que confía en sus equipos sabe reconocer su potencial e impulsarlo, apuesta por el empoderamiento para lograr los máximos niveles de compromiso en el mejor ambiente posible.

Por todas estas razones, no resulta extraño que cada vez triunfen más los modelos organizativos de corte horizontal, como es la redarquía. Las figuras de liderazgo cada vez ejercen un papel más motivador, promotor y coordinador que instructivo o aleccionador. Los nuevos líderes dan menos órdenes y priorizan más cuestiones como la mejora de la experiencia del talento desde su bienestar. Se muestran mucho más cercanos y conocen mejor a sus equipos, lo que les permite a ejercer la más brillante gestión del talento.

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